Los futuros constructores descubrieron "su" búnker en el centro de Hamm en 2003: construido en 1942, las paredes de este coloso tienen 14 m de altura y 2 m de grosor. En él no solo vieron un anguloso edificio de la II Guerra Mundial (que nunca llegó a utilizarse como búnker), sino una bonita y bastante elevada ubicación para construir. Tras mucho negociar con la Oficina Federal de la Propiedad correspondiente, en 2005 adquirieron el búnker en un procedimiento de licitación.
Lo tuvieron claro: tenían que crear algo extraordinario. En Michael Amort, de Bonn, encontraron al arquitecto perfecto. El proyecto convenció a la Oficina de Construcción y en enero de 2006 recibieron el permiso de construcción. La impresionante edificación surgió tras dos años de obras. El ático de un solo piso flota sobre el recio basamento desafiando las leyes de la gravedad.
Los materiales preponderantes, vidrio y metal, los amplios balcones y la fachada de cinc prepatinada convierten al proyecto en una simbiosis perfecta entre la sustancia de construcción original y la arquitectura más vanguardista. El interior del búnker no queda sin aprovechar: además de albergar las escaleras y la sala de calefacción y sistemas domésticos, aquí hay mucho sótano disponible. Pese a lo insólito de su vivienda, la pareja no dudó en remangarse y trabajar, no solo en los espacios interiores, sino también, para montar los paneles de cinc en la fachada, por ejemplo: "hemos hecho cuanto podíamos por nosotros mismos, aprendiendo y divirtiéndonos mucho en el proceso", recuerdan. ¿Han terminado? No exactamente. El año pasado crearon el amplio jardín en el techo, un lugar de retiro perfecto sobre los tejados de Hamm.
El suelo era un pavimento sin sellar y así lo mantuvieron al principio. Con el paso del tiempo dejó de cumplir las expectativas de los inquilinos, pues, a pesar de su estética purista, era muy frío y nada fácil de cuidar. En muchos lugares presentaba manchas y defectos. Necesitaban algo nuevo, más habitable y natural, pero con estilo e inusual: se decidieron por el parquet. Las primeras consideraciones apuntaban hacia un suelo de noble nogal americano. "Pero los patrones no combinaban con nuestras paredes de piedra desnuda".
La casualidad tuvo un importante papel en la selección. Durante un viaje por el norte de la región de Sauerland, la pareja aterrizó en la sede empresarial de MEISTER. Casualidad, un empleado tuvo tiempo para guiar a los visitantes por la exposición. En el espacio expositivo toparon con el parquet Longlife Style, un roble claro, rústico y planchado. "Fue amor a primera vista", aseguran ambos, entre risas. El posterior pedido y la compra se realizaron en el distribuidor local de MEISTER, en Hamm. ¿Y la colocación? Como de tantas otras tareas en su ático, de la colocación se encargaron ellos, "ningún problema, gracias al sistema clic". Realizaron una colocación flotante, ya que el parquet Longlife es idóneo para ella, incluso sobre calefacciones de suelo radiante dada su baja resistencia térmica. Cubriendo una superficie total de 160 m2, el nuevo suelo puso el toque final a las habitaciones y les confirió un aspecto totalmente renovado. "Puede decirse que no empezamos a vivir aquí de verdad hasta colocar este suelo. Después, todo encajaba". El parquet ha demostrado ser un compañero perfecto en el día a día: agradable al tacto, muy resistente al desgaste e insensible. Gracias al cautivador aspecto, ni siquiera se aprecian pequeños desperfectos ni manchas. El suelo ya ha sido puesto a prueba por los nietos, que vienen a menudo de visita. Ni comparación con el pavimento anterior.
¿Si pudieran volver en el tiempo, volverían a involucrarse en su proyecto de ático-búnker? "Definitivamente, sí. ¡Sin dudarlo un segundo!"